lunes, 17 de noviembre de 2014

En el café de la juventud perdida

El País, 16 de mayo de 2009, entrevista a Patrick Modiano:
“¿No le da la impresión de escribir continuamente la misma novela?
R. Sí, sí. Yo ya me he dado cuenta de que me repito: siempre es alguien que busca a alguien, o alguien que intenta recuperar las huellas de alguien. Siempre es así. Y siempre es inconsciente. Luego me digo: mira, esto ya lo has hecho. Las cosas vuelven. Es por un sentimiento íntimo de ausencia, de abandono. Por eso intento buscar las huellas de las personas.”

Con el café Condé como punto de partida, va desarrollándose la historia de Louki y las personas que se cruzan en su vida, poetas, estudiantes, su marido…
Louki es un personaje del que sólo sabemos con certeza su nombre, Jacqueline, pero va cambiando su apellido, según se van planteando las situaciones en su vida y su búsqueda de sí misma, que la lleva a adoptar distintas personalidades para adaptarse a lo que ella cree que puede ser su yo.
Cuatro hombres nos narran sus encuentros con Louki, como ella les deja una profunda huella y tratan de encontrarla cuando se ha marchado. Todos ellos son seres grises, melancólicos, con un pasado oscuro que quieren dejar atrás, pero al que no dejan de mirar.
Y no parecen tener un futuro, al igual que ella. Ella comienza huyendo de su casa, de su madre, trabajadora del Moulin Rouge, con la que no habla y con la que no se aprecia más que un fugaz momento de ternura cuando la saca de comisaría. Y se refugia en una amiga que la introduce en las drogas y en un tipo de vida bohemio, que tampoco parece llenarle. Pasa de ahí a un matrimonio extraño, para situarse en el mundo y salir de las zonas neutras, pero es un nuevo fracaso. Se refugia en el café, encuentra nuevas amistades, aunque no parece que intime con ninguna de ellas, salvo con Roland.
Y cuando en apariencia ya ha encontrado su sitio, se suicida. Nos podemos plantear si es una huida hacia adelante o es que ella considera que ya ha terminado su paso por este mundo, que ya no tiene más que hacer ni nada de lo que huir y esa es su solución, y exclama antes de tirarse “ya está, déjate ir”.
Y además de ser el relato de Louki, nos describe una ciudad de Paris oscura, triste, en una posguerra, donde la única alegría que se atisba es la del Moulin Rouge, donde lo único que parece posible hacer es pasear por calles grises o refugiarse en cafés donde el ambiente no parece ser mucho más animado.
Un París, que según la entrevista citada, es el París que conoció y vivió Modiano en su infancia.
La novela me da la sensación de que está incompleta, hecha a base de retazos, sin que profundice en ninguno de los personajes, dando esa sensación melancólica de que ellos mismos no saben quiénes son y están en esa continua búsqueda de su identidad.
Por otra parte el lenguaje casi diría que poético, sin llegar a enganchar, creo que arrastra a esa melancolía que mencionaba antes.
La novela la entiendo como una primera aproximación a Modiano, que al menos a mí, me invita a buscar otros títulos del autor.




Beatriz, Las Palmas de G.C. 18 de diciembre de 2015


No hay comentarios: