lunes, 17 de noviembre de 2014

Un hombre al margen

Su autor, Alexandre Postel , obtuvo por ella  el premio Goncourt a la mejor primera novela.
Pocas horas antes de que se le vinieran encima a su vida el espanto y la vergüenza, Damien North estaba llamando por teléfono a los servicios informáticos de la facultad, que era una situación en la que nunca se sentía a gusto”.   Así empieza esta novela cuyo  protagonista Damien North, es un viudo de mediana edad, profesor de Filosofía en una Universidad de provincias. Es un personaje entrañable culto e  inteligente  cuya timidez e inseguridad le sitúan inerme y desvalido ante una sociedad implacable.
Con un lenguaje directo, sencillo, y desprovisto de todo sentimentalismo nos cuenta la terrible experiencia del profesor que ve cómo es detenido por la policía acusado de poseer imágenes pedófilas en su ordenador.
La novela nos acerca a su desdicha, su incredulidad y su estupor ante las acusaciones policiales,  la vista judicial, el abandono de todos: familia, colegas, vecinos, y finalmente su ingreso en prisión.
Sólo cuenta con el apoyo de un abogado experimentado y cruelmente realista  que le ofrece como única solución una conformidad para rebajar la pena. Al protagonista le parece inconcebible declararse culpable, el decaimiento y el desánimo se adueñan de él, y finalmente  se rinde a los argumentos del  abogado. Lo vive bajo la impresión de  estar en un teatro en el que todos representan un papel  y “su cuerpo se convierte en una cáscara vacía”. Había asociado la celebración del juicio al resplandecimiento de la verdad. La realidad es que termina por aceptar la injusticia de declararse culpable para evitar una condena de 5 años ante la imposibilidad de desmontar unas pruebas informáticas infalibles. De este modo la condena se reduce a dos años.  Periodistas, internautas, policías, fiscal, forense, testigos, jueces…, nadie cuestiona las pruebas informáticas, nadie  escucha la versión del acusado, todos ponen el máximo empeño en castigar un crimen repugnante, en tranquilizar a la sociedad de que  conductas tan terribles no quedan impunes.
En la cárcel comparte celda con un depravado delincuente sexual.  Damien no soporta que lo comparen con ese monstruo, que la sociedad considere que ambos son iguales, que han cometido delitos similares, y en un episodio de delirio previo a un ataque de epilepsia planea asesinarlo.  Damien no entiende sus propias reacciones, se aterra ante sus pensamientos criminales, duda de sí mismo, se cuestiona si en el fondo no habrá razones para estar encarcelado. 
Tras su enfermedad epiléptica le ofrecen participar en un proyecto para valorar y curar a los delincuentes sexuales, lo que acepta con tal de no volver a la celda. En su ingenuidad está convencido de que en los exámenes que le harán en el marco del proyecto la verdad aflorará, se podrá comprobar que todo ha sido un error, que es inocente.  Nada de eso sucede…
Y sin embargo la novela da un vuelco y Damien es por fin liberado porque el verdadero pedófilo, su colega de Universidad Hugo Grimm, acosado por los remordimientos, confiesa haber utilizado el ordenador de Damien.  Confluyen en Damien la ira y su  bondad innata: “el autor de sus desdichas era también su libertador… Le hubiera gustado sentir odio hacia él pero sentía casi tanto agradecimiento como rencor”.
Aparentemente la sociedad, avergonzada, se vuelca con él en un torpe intento de reparar la injusticia y el sufrimiento causados. Su hermano, sus colegas de la Universidad, sus vecinos…. Todos  tratan de mostrarle un afecto artificial que sólo encubre la incomodidad por haber consentido o incluso  contribuido a un daño inmenso.
Damien solo siente una ira que no sabe cómo canalizar y una espantosa soledad.
Los rumores y malos entendidos se extienden por la vecindad y cuestionan de nuevo la honorabilidad de Damien, quien, en uno de los pasajes más tristes del libro, se ve obligado a   talar la morera que, ante la incomprensión y desapego de todos, se había convertido en su último refugio.
En el epílogo, aparentemente, Damien vuelve a una rutinaria vida normal ¿se podría decir que renace desde cero? Me encantaría pensar que sí, pero…
Las sensaciones que despierta la novela son las de terrible pesadilla, inseguridad, incomprensión,  impotencia,  incredulidad, irrealidad, cansancio, desaliento, en  alguna ocasión esperanza  y por encima de todo soledad absoluta.
El tema central de la novela no es la pedofilia, que se aborda de manera tangencial, con referencias veladas a los posibles abusos sexuales que sufrió en su infancia por su abuelo, un héroe de la Patria. Es la excusa para invitar a la reflexión sobre  otros temas:
La soledad, la falta de amor, la banalidad de una vida ante la ausencia de la compañera con  quien compartir dolores y alegrías, la insignificancia y la inseguridad de la persona sola.
La impotencia ante la maquinaria que despliega la sociedad para administrar justicia, para conservar y respetar los valores. Todos cumplen su papel, jueces, periodistas, policías, todos actúan responsablemente en el ejercicio de sus tareas y deberes,  y  sin embargo sucede que una decisión judicial puede destrozar la vida de una persona. Los comportamientos inocentes pueden fácilmente tergiversarse y convertirse en artimañas para ocultar la culpabilidad. En la sociedad actual la presunción de inocencia se convierte en presunción de culpabilidad.
¿Qué somos, lo que nosotros pensamos de nosotros mismos o lo que piensan los demás?  ¿qué es realidad  y qué es sólo apariencia?  ¿Cambiamos cuando cambia la imagen que de nosotros tienen los demás?  ¿La consideración de los demás puede destruir la consideración que tenemos de nosotros mismos?

Termino con la reflexión que encabeza el libro: “No hace tanto bien la verdad en el mundo cuanto daño hacen sus apariencias”.

Sofía, Madrid 17 de noviembre de 2014

1 comentario:

Stefan dijo...

El voto minoritario

El autor, Alexandre Postel, es profesor de literatura, obtuvo el Premio Goncourt (mejor primera novela) y en las recensiones casi todos los comentarios son positivos. También la tertulia opinó en su gran mayoría que por lo menos es una lectura amena y trata muchos temas importantes.
Me pregunto porqué a mi no me gustó el libro y no podía leerlo con interés.
En la tertulia expliqué el principio de esta reacción mia con un aspecto formal, la manera como el autor introduce los caracteres. La perspectiva del lector a los acontecimientos es por los ojos y la mente del protagonista. Aunque no escriba en primera persona, estamos siempre a su lado. Yo pensaba que los paréntesis, las descripciones largas de las relaciones con cada persona conocida, con la que se encuentra, eran la causa del creciente aburrimiento que sentía leyendo, pero en realidad hay otra causa.
Es la construcción del personaje de Damien North. Parece que el sufre como el protagonista de la novela ‘El Proyecto Esposa’ del síndrome Asperger, porque le faltan los sensores sociales. Pero encima es una persona poco activa, insegura, en su juventud el típico niño acosado en el colegio.
Con la acusación de ser un pederasta le acosa el sistema, la sociedad completa: los parientes, los colegas, los vecinos, la prensa, la policia y el sistema judicial.
Hay muchas analogías con la novela “El Proceso” de Franz Kafka: La vista del narrador protagonista en tercera persona, una acusación injustificada, el sufrimiento del personaje porque un aparato judicial omnipotente y una sociedad intransigente le quitan su identidad y lo transforman en un objeto indefenso.
En la novela de Kafka este ‘proceso’ en el doble sentido empuja a Josef K. a la destrucción de su vida y a su aniquilación. Vemos una parábola que alumbra y descubre las estructuras de la sociedad del principio del siglo veinte y nos hace presentir los horrores que se estaban avecinando.
Postel en cambio salva a su protagonista de tal final con la confesión casual del profesor Grimm de haber utilizado su ordenador, un acontecimiento poco creible en la manera como lo cuenta. Damien North intenta rehacer su vida, no protesta ni demanda, pero sigue sufriendo. El cuento de su amor a un arbol en el jardín también carece de autenticidad y parece más bien ridículo comparado con la seriedad de las acusaciones y la crítica a la sociedad en la primera parte de la novela. Cuando North corta la morera llorando, su única verdadera acción relatada en todo el libro, se deshace del símbolo de su retirada del mundo. Después se adapta otra vez a su vida de profesor solitario como si no hubiera pasado nada. Toda su experiencia escalofriante, el acoso brutal de una sociedad de juicios rapidos y calumnias obcecadas se queda en nada.
En la novela alemana “El honor perdido de Katharina Blum” relata el autor Heinrich Böll la historia de una mujer joven que por su amistad con un criminal está en el centro de atención de la prensa que la acosa en muchos artículos como la ‘novia del terrorista’. A la vez llegan muchas cartas con insultos y amenazas a su casa. Al final ella por la desesperación y la rabia mata al periodista responsable del acoso que le esta insultando y proponiéndole relaciones sexuales. Toda la novela es un cuento moralista sobre el hecho que la violencia de las calumnias puede llevar a reaccionar con violencia física.
En el libro de Alexandre Postel el protagonista sin embargo hace la paz con la sociedad y vive su vida como anterior a la pesadilla o encima mejor que antes. Me pregunto que mensaje conlleva el texto. Damien North ha aprendido funcionar mejor en la sociedad, ha enterrado toda su experiencias horrorosas e inhumanas en su memoria y no culpa o acusa de nada a nadie. ¿Cree el autor que debemos aprender de su protaganista? Yo diría que no.

Stefan